domingo, 10 de marzo de 2024

Palabras de paz. A 20 años del 11 M

 

Pido la paz y la palabra
Blas de Otero




Raíles de la mañana

corrían esperanzados,
pero sombras de la noche
en muerte los transformaron.

La ciudad sobrecogida,
y sus corazones yertos,
lágrimas formando ríos
de rabia y de desconsuelo.

El sol se tiñó de rojo,
la luna se sintió herida,
sirenas rompen el aire
pidiendo a gritos la vida.


Hoy la luz se hace presente,
la sangre se ha hecho llama,
vela que va por el mundo
pidiendo  paz y palabra.

Que una paz  resplandeciente
venza a  la   sombra maldita
y  la sepulte  entre   rosas
que exhalen  aroma y vida.

©M. Álvarez Rodríguez






Y llegamos al día después... E invocamos la paz con versos...


Texto de mi autoría (con los datos que teníamos en aquel momento),  leído ante todo el alumnado y personal de mi  centro educativo (Santo Domingo Savio, Madrid), reunido en el patio, al inicio de la jornada del 12 de marzo de 2004, para condenar el terrorismo, homenajear a las víctimas... Y para EDUCAR.



11 de mayo de 2004-11 de mayo de 2024

Madres que alumbran palabras (II) De embarazos a mamandurrias

 

              Este artículo ha sido publicado inicialmente en  MasticadoresFEM, dentro de la revista Masticadores de Letras


Representación de la virgen María y su prima Isabel embarazadas. Detalle del cuatro «Visitación» de Rogier van der Weyden (1435)


            Hablábamos en el artículo anterior  De madres a mamás de las palabras relacionadas con la palabra madre y con su variante coloquial y afectiva mamá. Vamos a repasar  en este  otros términos y expresiones que tienen relación con la condición de madre.

            La posibilidad de ser madre en la mujer abarca el periodo que va entre la primera menstruación (menarquia), del latín menstruus, que a su vez procede de mensis (mes o ciclo lunar), y el climaterio o menopausia. Esta última procede  del francés ménopause, cultismo formado por  palabras griegas men (mes) y pausis (cesación). Ambas, por tanto, están vinculadas al mes lunar. En realidad es una palabra muy antigua, pues, relacionada con la mujer, aparecía ya en la   Historia Natural de Plinio. En torno a la menstruación se podría escribir mucho desde el punto de vista fisiológico y socio-cultural, pero aquí solo nos circunscribimos a las palabras: a su significado y  a su  uso.


Para seguir leyendo:

De embarazos a mamandurrias





 

jueves, 7 de marzo de 2024

8 M. En pos de un rayo de sol

 



Caminaba unos pasos por detrás y la sombra de quien iba delante la envolvía y la escondía en una nebulosa. Una nebulosa grisácea e insegura. Pero un día decidió estirar el cuello y dirigir su vista a la lejanía. Y así lo  vio. 

Un rutilante rayo de sol iluminó su cara y la atrajo con fuerza hacia él. Salió de su nebulosa  y  comenzó a andar…  Sus pies pisaban un suelo cada vez más seguro. Y entonces se dio cuenta de que otra  sombra caminaba a la  par de ella. Pero no era la   que antes la escondía.

¡Era su propia sombra!

Y la seguía. Y la seguiría siempre porque quería ser testigo de su luz. 


© Margarita Álvarez Rodríguez, 2024


 Imagen gratuita: Pixabay.com

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer

domingo, 28 de enero de 2024

Reseña de "La flor del esparto", de Ana Ortega Romanillos

 Poemario

87 páginas

Ediciones Vitrubio. Poesía Tatoo


Ana Ortega Romanillos es natural de Alcolea de las Peñas, un pueblo de Guadalajara, aunque ha realizado su vida profesional en Madrid. Es poeta de  larga trayectoria, pues tiene publicados ya más de una docena de poemarios. Además,  es también promotora  cultural en distintos ámbitos, especialmente en lo referido a recitales de poesía.

Ana Ortega nos presenta ahora  un nuevo poemario titulado La flor del esparto. El título nos remite ya a esa naturaleza tan inspiradora  siempre para la poeta, como ya ocurría en poemarios anteriores, tales como Perfiles del agua,  Tréboles refulgentes… Tomo de la cubierta posterior del libro una frase que me parece significativa, porque tiene mucha relación con la concepción de la poesía que tiene Ana Ortega. “Pocas amistades tiene un poeta como la naturaleza, pocas, como el mar, el campo, el silencio nocturno, cualquier luna que sea espacio de soledad”. Y es que el  mar, el campo, el silencio, la luna, la soledad… son piedras angulares de este poemario. Evoco a mi tierra de dorada parva / con versos sonoros / tierra roja de brezo y jara, confiesa la poeta.

Los poemas se agrupan en dos partes bien diferenciadas, aunque también  presentan   unos cuantos elementos comunes: la primera se titula Volver al mundo real y la segunda, Incertidumbre global en tiempos de pandemia.

La poesía de Ana Ortega podría inscribirse, en general, en la llamada poesía de la experiencia. Son esas vivencias que vive la poeta al tender la mirada sobre el mundo que la rodea las que inspiran sus versos. Sigo la estela de la poesía / y la pongo en mi vida diaria, manifiesta en el poema Vuelan recuerdos. Y esa poesía surge a veces a partir del silencio y  la soledad. Precisamente en un poema con ese título nos dice: Soledad buscada de los poetas, / en este estado la poesía es suspiro, es lamento / es la voz del mundo, / un mismo idioma, / a veces los mismos sueños.

En sus versos aparecen constantemente elementos del mundo natural, del mundo rural: relinchos de los caballos, molinos, campos de maíz,  el trabajo del esparto de las mujeres... También están presentes  personajes vinculados a ese mundo, como los arrieros, los segadores, los labriegos…  En general, es un paisaje de quietud.

Se repiten momentos o situaciones que son propicios para el recuerdo y la nostalgia: la caída de la tarde, la noche, la luna… Y es que  la nostalgia es la línea conductora del poemario. Y esa  nostalgia en algunos poemas se transforma en dolor: detrás de las puertas /  navega el dolor, llora el alma. El recuerdo la lleva a un mundo donde anida la verdad y el misterio, que la autora transforma en materia poética.

El mar es  también lugar de calma y de nostalgia y lugar de encuentro con la persona amada  en una  amalgama  / de miradas  y abrazos. El amor es otro de los temas del poemario, pues  la poeta invita al amado al encuentro amoroso y pasional que refleja con alusiones a la naturaleza y con el símbolo del fuego o  la llama.  Te cobijaré en mi fuego, dice en el poema Agua de venero. La persona amada parece trascender lo humano y elevarse a un amor plenamente místico, como refleja el poema Tus manos en mis manos, en  que la autora parece fundirse con el amado en un éxtasis: Soy esencia de tu esencia (…)  Abre tus brazos a los míos y todo será uno. La poeta  tiene en su haber un poemario de poesía mística: Alba desnuda. En varios poemas de este poemario  aparece su ansia de búsqueda de ese amor perfecto del que dice: abrazo tu esencia...

En los versos de Ana  Ortega también está presente la luna, una luna inspiradora y que también es marco de la nostalgia: La luna me rige… / me inspira / como violín que muestra sus cuerdas / en haces de luz. Y en otro poema: Bajo el imán de la luna / hoy pregunto a mi yo. Esa luna nos recuerda a la luna  lorquiana, una luna testigo y a veces una luna trágica. A Federico García  Lorca, precisamente, le dedica un hermoso  poema El duende de Federico, que es una auténtica elegía al escritor granadino, y  en él, ¡cómo no!, aparece  la luna lorquiana.  En ese mundo de nostalgia también alude con frecuencia al silencio y la soledad que sirven de inspiración poética. Otro elemento poético es el agua, en forma de río, venero, fuente, torrente… El agua es vida y luz: luminoso cenit. Uno de los poemas se titula Quisiera ser agua. ¿Es acaso en su poesía un símbolo de la fe? El agua sacia mi alma, asegura la poeta.

Los poemas de la segunda parte están inspirados en los días de zozobra y dolor vividos en la pandemia. Nos habla de sueños perdidos: las ilusiones se apagaron. Sigue presente la nostalgia, pero a ella  se añaden  la incertidumbre, el dolor, la angustia. Y, precisamente,  el dolor hace que la autora vuelva a refugiarse en la nostalgia.  Ansía el olvido y evoca  otros veranos llenos de flores, de luna  y de tréboles refulgentes, pero carentes de abrazos y despedidas. El confinamiento  es un tiempo de silencio impuesto en que la melancolía nos habita  y la luna domina las sombras. Pero, a pesar de todo aparece la luz de la esperanza  y la solidaridad, como ciega voluntad de lucha y también la fe religiosa   y el refugio en la naturaleza. Ante esa zozobra  que produce la pandemia la poeta  acude a refugiarse en los recuerdos y se deja envolver por el aliento de lumbre del amor.

El léxico está en consonancia con los temas tratados en sus poemas. Se repiten palabras y expresiones relacionadas con el pasado y la nostalgia: el pasado, lo antiguo, el recuerdo, los ancestros, eternas nostalgias,  tiempos pretéritos, antiguos caminos, rumor del pasado… A veces los títulos son alusivos por sí mismos al tiempo pasado. En la segunda parte aparecen muchas palabras relacionadas con el sufrimiento: dolor, incertidumbre, luna, cipreses, oscuridad…

Ana Ortega utiliza con soltura   un lenguaje poético bastante elaborado.  Son poemas muy plásticos en los que juega  con  bellas sinestesias mezclando sensaciones distintas o sensaciones y sentimientos: Sinfonía de flor.  En  mar de ritmos / y de fragancias embrujadas. Dulce llamada. Luz de ausencias.  Es bellísimo el poema titulado Paseo por la Alhambra por esa plasticidad de la que hablamos y por su emotividad. En él aparecen versos como estos: La noche es azul / es tibia, es clara/ llena de aromas y sonidos / de las aguas que cantan. No faltan tampoco elaboradas metáforas, en ocasiones transformadas en símbolos: Bebo en el río de tus ojos… Un oasis nace en tu alma… Flotan estrofas. Trenzabas primaveras… También personifica con frecuencia elementos de la naturaleza o sensaciones: En la tarde vociferan los jazmines. Escucho los latidos del tiempo. Se durmió la primavera. Danzan mis versos como resonancias de mi infancia… Y,  no sabemos si de forma buscada o por mera  intuición poética,   nos sorprende con   aliteraciones de sonidos como la s y las nasales: tiempo de nuevas miradas… tiempo de encontrar algo de magia…

Desde el punto de vista métrico usa, en general el verso libre, aunque  en ellos se reconocen a veces los octosílabos.  Hay variados elementos rítmicos, los más frecuentes  son el paralelismo y las repeticiones de palabras: Hoy la luna me observa / hoy la luna me llama… En esas repeticiones encontramos, en ocasiones,  versos bimembres: crepitan veranos, rugen inviernos  y también  contrastes entre los elementos que indican movimiento y los  que sugieren quietud.

Como ya he dicho más arriba, la nostalgia es el eje temático del poemario. Es el  sentimiento que cruza todos sus poemas: La génesis de mi poesía está en / el pasado y mi melancolía. Detrás de esa nostalgia está el paso del tiempo, pues nos consume la vida. En la primera parte,  se evoca ese pasado  relacionado con la naturaleza como lugar de sosiego y belleza y en la segunda, como una necesidad de huir de un presente agónico: el de la pandemia.

Pero, a pesar de ello, ráfagas de luz, de sosiego, de esperanza y  de solidaridad  iluminan todo el poemario: el agua es luminosa o  iridiscente, los tréboles refulgentes, las luces calladas,  hay vergeles en medio de la noche  Y esa luz ilumina la vida, aunque sea en el recuerdo. Disfrutamos, pues,  en  La flor del esparto, de la luz de los poemas de Ana Ortega Romanillos,  como lo hemos hecho de sus anteriores poemarios.


©Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga

Enero de 2024


 

Madres que alumbran palabras (1)

 

            De madres y mamás

"
"Maternidad» de Castorina. En Astorga (León, España). Foto tomada de MasticadoresFEM

           En artículos anteriores hablábamos de mujeres, féminas y hembras. Vamos a comenzar  a hablar en este artículo de lo relacionado con la maternidad como atributo femenino, pero desde un punto de vista meramente lingüístico: el de la relación entre mujer (madre, en este caso) y lenguaje.

            Partimos, por tanto,  de la palabra madre. El vocablo español madre procede de la palabra latina mater, -tris, con el mismo significado. Con ligeras variantes fonéticas,  es común a muchos idiomas europeos, lo cual induce a pensar que proceda de una lengua o tronco común que suele llamarse indoeuropeo. Con la misma raíz, y  a modo de ejemplo, tenemos  en otras lenguas románicas: mãe, en portugués; mare, en catalán; madre, en italiano;  mère, en francés… En la rama germánica: mother, en inglés; moder, en sueco… Y en la eslava: matka, en polaco; maika, en croata… Méter, en griego...

            Es curioso que la primera lengua que aprendemos los seres humanos para comunicarnos  en nuestra infancia se  llame precisamente lengua materna (también madre, natal o nativa). En las comunidades primitivas, en general, era  la madre la encargada del cuidado de los hijos y del hogar mientras el padre salía a buscar el sustento ─aunque sabemos que no en todas las sociedades ha ocurrido así─, por ello, los infantes se movían, casi siempre, tanto en el hogar como fuera de él, en torno a la madre y  aprendían de ella  el idioma. Conviene recordar que  infante procede de  infans, infantis, que a su vez está formada por el prefijo negativo in- y el participio presente del verbo fāri, hablar. Es infante, pues, en sentido general y etimológico, el que aún no habla.

            Aunque lo habitual es que  a la lengua primera que aprendemos le llamemos materna, no siempre ha sido así. En la Roma imperial,  a la lengua materna se la llamaba patrius sermo. Era, por tanto, la lengua del varón. Y conviven en nuestro idioma el adjetivo materna,  con la palabra patria, sustantivo o adjetivo, según los casos, que procede de pater, aunque hoy, sorprendentemente, sea una palabra femenina: patria potestad,  patria chica, madre patria... 

            Comparten el mismo lexema que la palabra madre unas cuantas palabras más de uso común. La más notable es maternidad, que es la que define  la propia condición de madre y también denomina el lugar donde se atiende a las parturientas. De la maternidad ha hablado la sociología, la psicología, la religión, la literatura... Recordamos, en literatura, a Gertrudis, la  protagonista de la  Tía Tula, de Unamuno, aquella mujer que entrega su vida al sacrificio para satisfacer su ansia de maternidad y, así, cuidando a sus sobrinos, se convierte en una virgen madre.  La maternidad frustrada  está asimismo presente en el sufrimiento que vive  la protagonista de La Regenta, de Clarín. Miguel Hernández nos hablaba del vientre  luminoso de Josefina Manresa mientras acogía al hijo de ambos, en aquellos hermosos y esperanzados versos: Menos tu vientre / todo es oscuro / menos tu vientre / claro y profundo.

        De madre, también procede comadre, que en su origen era sinónimo de partera y, en otras acepciones alude a  una  vecina con la que se tiene especial confianza o a la madre del ahijado de una persona, aunque también tenga una connotación peyorativa en el significado de alcahueta o celestina. Y de comadre proceden las palabras comadrón/na, con el mismo significado que comadre o partera, pero referido a personas más especializadas en la  atención a las parturientas. Esta palabra deriva de conmāter, -tris, que en latín significaba madrina, si bien, en español, hoy madrina es palabra distinta de comadre.  También matrón y matrona.  De  madrina, han surgido derivados como amadrinar, amadrinamiento, madrinazgo. Con sentido despectivo usamos las palabras mamimis, enmadrado/da y  madrero, para calificar a algún bebé que siente un apego desmedido por su madre. Y, por el contrario, para ponderar a la madre muy entregada, usamos la palabra madraza.

       Con madre tienen relación, asimismo, a través de la palabra latina mater, palabras como matriarcado o matriarca. En ambas aparece la etimología latina de madre y el sufijo griego alusivo al poder. También matricidio, que nos habla de dar muerte a la madre, y  matrimonio. Esta última palabra se asocia a madre, porque en el acto del matrimonio la mujer casada recibía el reconocimiento oficial de que podía ser la madre de los hijos del hombre con el que se casaba. De mater, a través de matrix,  proviene matriz. Y  relacionada con ella está la palabra matrícula, en el sentido de  ser el origen de algo.

             Otras palabras llevan también el lexema madre: madreselva, una planta trepadora de flores muy olorosas,  madreperla, molusco con concha donde se cría una perla de la que se obtiene el nácar,  madrecilla,  una huevera de las aves; madreclavo, clavo de especia que ha estado en el árbol dos años; madrejón,  cauce seco de un río; madrediosino, gentilicio para quien procede de Madre de Dios, departamento de Perú. Hay que recordar también que se usa el tratamiento de respeto de madre o hermana en las órdenes religiosas femeninas.

            Como forma familiar de la palabra madre usamos mamá, con algunas variantes: ama, mami, ma… Esta palabra procede del latín mamma, que significaba mama o teta, con pronunciación llana (mámma), y así se mantuvo hasta el siglo XVIII. Con la llegada de los Borbones al trono de España y el afrancesamiento general de la sociedad española, la palabra se convirtió en aguda (mamá), por influencia del francés. Esta forma se ha impuesto en el uso culto del idioma, aunque en la lengua popular y rural convive con la forma llana mama.

            En España, mamá, en lugar de madre, se suele usar en la lengua coloquial. Vayan  algunos ejemplos. Me recoge mi mamá, frase utilizada en conversaciones entre niños pequeños. Quiero hablar con tu mamá, usada cuando un adulto le da un mensaje a un niño para su madre. Díselo a mamá, frase  dicha en el seno familiar entre los hermanos y hermanas o por el marido referido a su esposa. También hay maridos que llaman a su esposa habitualmente mamá. Fuera del núcleo familiar y entre adultos la forma habitual  de llamar a la progenitora es madre.

            Según el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), en América se usa de forma generalizada mamá para referirse a la madre entre interlocutores adultos. Como diminutivos, tanto en España como en Hispanoamérica, se usan las formas mamaíta y mamita, esta última  más extendida en América. En México, en cambio, es más frecuente  la variante mamacita. Y en el norte de España, en el ámbito del asturleonés, es de uso frecuente el diminutivo afectivo mamina, que también forma parte de una expresión  para manifestar  miedo o asombro: ¡Ay, mamina!

            La palabra mamá tiene la misma  forma o formas  muy parecidas fonéticamente en muchas lenguas, lo cual puede tener una explicación lingüística, pues mamá, lo mismo que papá, son palabras formadas por la repetición de dos sílabas (ma-ma, pa-pa) que son fáciles de pronunciar para un bebé por estar formadas por sonidos labiales y la vocal abierta a. Y somos las personas adultas las que aprovechamos esas sílabas que pronuncia el bebé sin significado concreto  y le enseñamos a identificarlas con sus personas de referencia.  Esto explica que no solo se utiliza esta palabra u otras de fonética similar en idiomas europeos, sino en lugares muy lejanos como en  el coreano (omá/apá) o en el idioma quechua, en que ya se usaba la palabra mama, antes de la llegada de los españoles. De esa palabra procede la expresión Pachamama, que significa madre tierra, una diosa que veneran en la zona andina y que está asociada a la maternidad. En muchos países americanos se venera a  la Pachamama y se le hacen ofrendas de alimentos.

            Como se ve, la palabra madre y otras concomitantes dan mucho de sí para seguir alumbrando palabras y expresiones. Aquí, en Palabra de Mujer.

Margarita Álvarez Rodríguez, filóloga

Artículo publicado inicialmente en MasticadoresFEM

De madres y mamás (1)

             

martes, 16 de enero de 2024

Pasa la vida... Queda el vivir

 





Pasa la vida… Ladrona de minutos,

nos hace perseguirla sin pausa…

Y ella corre…  Y es más rápida…

Y, entre niebla huidiza, se desvanece.

Nos arrebata la edad,

pero  nos deja el eco del vivir,

esa sinfonía de instantes

que vamos exprimiendo con gozo.

Un vivir del que nos apropiamos,

que moldeamos, que compartimos…

Un vivir en nosotros…

Un vivir con los otros…

Un vivir que anhela el secreto de la sabiduría:

del saber que no sabemos…

Y, en pos de ese secreto, se nos  va consumiendo la vida.

Pero el vivir es cosa nuestra…

Podemos seguir la senda oscura de la amargura

o   buscar el venero

del que brotan  cada día  manantiales de luz,

como esa sonrisa clara que ilumina  los rostros,

como esos sueños azules que envuelven el alma,

como esas palabras  y gestos sinceros

que van  y  vienen    del tú y el yo al nosotros…

En ese vivir, desde nuestra nadería,

somos uno y somos todos.

Juntos observamos  el mundo,

con mirada atenta, con oído presto…

Porque juntos vivimos.

Porque juntos sobrevivimos.

Porque juntos… 

deberíamos hacer habitable el vivir del otro.


© Margarita Álvarez Rodríguez

©Foto: T. Álvarez Rodríguez 

En el día en que cumplía años... 16 de enero de 2024


viernes, 5 de enero de 2024

Reyes: contrastes de alegría y dolor

 



Niños que vivís en un mundo 

teñido de espanto,

que buscáis abrazos  y sonrisas de vida,

en medio de paisajes pintados

de sangre, desolación y llanto,

sin agua, 

sin comida, 

sin hogar, 

sin familia,

entre la muerte y el desconcierto;

os faltan respuestas, os  sobra dolor.

Aquí, del lado de acá de las guerras,

otros niños dejan zapatos  en la ventana

para  que, en la noche,   

iluminen sus sueños,

para que los Reyes  los llenen de magia

y florezcan al alba.

Pero vuestros zapatos, 

los únicos zapatos,

han dejado desnudos vuestros pies,

porque,  como vosotros, 

han sido heridos de muerte…

Los  camellos no pueden avanzar por las ruinas.

Y aquel peluche blanco, 

inocente  y amoroso,

compañero de ilusiones y llantos,

está perdido, como vosotros,

en medio de la desolación de la guerra.

Eráis niños… 

Pero os han robado la infancia:

el derecho a la alegría y a los sueños.

Vuestros reyes, los reyes de la guerra,

os han  robado la paz.


5 de enero de 2024. Noche de Reyes


©Margarita Álvarez Rodríguez


Imagen: Pixabay.com

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La Recolusa de Mar por Margarita Alvarez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.